6 de julio de 2021

La Muralla Fundamentalista

Capítulo 6:

Conclusión. ¿Qué pasará con el voto religioso?

En su salón, Tom tenía la mano sobre el auricular, dudando si descolgarlo y llamar de una vez por todas a su hijo. Quizá sería más fácil, pensó, mientras observaba la fractura en la pared delante de él, una fractura que zigzagueaba de un ladrillo a otro para extenderse desde un extremo hasta el otro, recorriendo toda la superficie. Llevaba años allí, pero hoy parecía un poco más ancha. Tendría que mirarla de cerca, por si acaso. Una fisura así podría ser indicativa de un problema más grande a nivel estructural.

No era ni justo ni lógico. No era justo, porque todo abuelo tiene derecho a ver a su nieto, y no era lógico, porque su nieto había sido Álex de toda la vida. ¿Y ahora quería cambiar? ¿Qué barbaridad era esa?

Pero su hijo había insistido. Que incluso tenía que pedirle perdón a Álex. Claro, Tom no había querido herir a su nieto. Lo quería demasiado. Desde que era pequeñajo, con sus pelos rubitos, mejillas regordetas y su risita de pura alegría, había sido la luz de sus ojos. Ahora ya un adolescente, Tom solo deseaba su bien.

Seguía con la mano en el teléfono, jugueteando con los espirales del cable.

Solo deseaba el bien de su nieto, y por eso no podía aceptar aquello. Era inmoral, era asqueroso. De ninguna manera concordaba con el plan de Dios para el ser humano.

Tampoco era de extrañar, con el padre que tenía. Desde aquel fatídico Día de acción de gracias, su hijo se había vuelto irascible, contestón, desagradable e irrespetuoso. Tom nunca se hubiera atrevido a hablarle así a su padre, ni de pequeño ni de adulto. «El ojo que escarnece a su padre…Los cuervos de la cañada lo saquen, y lo devoren los hijos del águila». Así decía la Biblia, pero a su hijo le daba igual. Hasta le trató de «loco» al pagar su fianza cuando el gobierno autoritario de Biden le detuvo después de lo del Capitolio.

 Definitivamente, y a pesar de todos los esfuerzos que habían hecho Tom y su mujer, su hijo se había vuelto una persona del mundo, un no creyente, con ideas del Diablo.

Ideas como esta. ¡Este país parecía cada vez más un paraíso socialista!

Pero el caso es que Tom quería mucho a su nieto. Su hijo había dicho que solo tenía que disculparse. Una llamada, y ya le invitarían a cenar. Hasta su esposa le había animado a hacerlo en aras de mantener a la familia unida, pues ella también lo estaba pasando mal por la desavenencia.

Agarró el aparato y se lo acercó al oído.

***

Según la Asociación Nacional de Evangelistas, la identidad de sus fieles se define según los siguientes principios:

1- La Biblia.

2- La importancia de animar a los no cristianos a confiar en Jesucristo como su Salvador.

3- La muerte de Jesucristo en la cruz es el único sacrificio que puede limpiar el pecado.

4- Solo aquellos que confíen en Jesucristo como Salvador recibirán la salvación eterna.

En ningún momento se hace mención alguna a las armas, el aborto, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, el feminismo, la evolución y el cambio climático ni, mucho menos, a la obligación de votar al partido republicano. No obstante, estos temas se han convertido en el sello distintivo del colectivo a lo largo del último siglo.

Muchos han presenciado los acontecimientos de la última década —el conflicto racial a nivel internacional, las primeras consecuencias tangibles del cambio climático y la presidencia de Donald Trump— con asombro y horror. Yo comparto su horror, pero no su asombro. Porque, después de una infancia vivida detrás de la muralla, soy plenamente consciente de su papel propulsor en el devenir de la historia. Esta fuerza oscura, tan poco conocida fuera del colectivo, con un poder político e ideológico aparentemente invulnerable.

¿Invulnerable? Quizá no tanto.

Porque ahora, algunos han identificado los ladrillos putrefactos en la muralla y los están sacando. Dejan entrar un atisbo de luz en un universo sumergido durante demasiado tiempo en la penumbra. Y, al quitar los ladrillos, la muralla comienza a fracturarse.

Este proceso ha comenzado por dejar al descubierto a ciertas figuras claves del movimiento, a quienes ahora se les conoce por quiénes son en realidad: unos charlatanes.

 Tras su salida de la cárcel, Jim Bakker quiso reinventarse con un nuevo programa de televisión, The Jim Bakker Show. Con un enfoque apocalíptico y en un formato mucho más pequeño que su programa de antaño con sus millones de espectadores, el nuevo espectáculo encontró su nicho en la venta de materiales de supervivencia, tales como mochilas militares y alimentos deshidratados, que The Atlantic ha calificado como sobrevalorados. Tras los estragos causados por el Huracán Harvey, Bakker culpó a Obama por la catástrofe natural mientras seguía vendiendo kits de alimentos por el módico precio de 175 dólares. The Daily News se refirió a él como un «predicador deshonrado». Durante el juicio de destitución de Donald Trump, Bakker predijo que si Trump dejaba la Casa Blanca, los cristianos librarían una guerra civil en los EE. UU., y después del tiroteo en el instituto Stoneman Douglas en el 2018, declaró: «me visitó Dios en un sueño anoche, llevaba camuflaje, un chaleco de caza, y tenía un AR-15 en la espalda. Esto lo veo como una señal de que está en contra del control de las armas. Dios ha ungido a Donald Trump y apoya su plan de armar a nuestros profesores». Cuando estalló la pandemia, Bakker utilizó su plataforma para comercializar una sustancia de plata líquida que, según afirmaba, curaba ciertas cepas del coronavirus. La fiscal general de Nueva York le ordenó poner fin a la estafa y las compañías de tarjetas de crédito terminaron su relación con él, lo que le obligó a solicitar donativos de sus espectadores en formato de talón y efectivo por temor a acabar en bancarrota. Finalmente, quien décadas antes fuera una de las personas más influyentes detrás la muralla, se había convertido en un personaje penoso de teletienda de serie B,  sentenciado a pagar 156.000 dólares y a devolver el dinero a los consumidores que hubieran comprado el producto engañoso.

Por su parte, Jerry Falwell Jr., heredero del imperio de su padre con una fortuna de 100 millones de dólares, se encuentra inmerso en un pleito en el que reclama una suma desconocida a la universidad que antes regentaba, Liberty University, tras su expulsión como consecuencia del escándalo sexual entre él, su mujer y el tercero, Giancarlo Granda. Falwell alega que es víctima de extorsión, se lamenta de sufrir una ansiedad constante y deplora el hecho de haber perdido más de 35 kilos. En un nuevo giro, acusa a Lincoln Project, una organización republicana que se opone a Donald Trump, de estar detrás del embrollo, en un intento de desacreditarle. No hay pruebas para confirmar esta acusación, pero sí es cierto que Falwell ha quedado desacreditado entre sus seguidores. La universidad ha contraatacado con una demanda de 10 millones de dólares para compensar los daños sufridos por la institución. Diríase que un esposo que hace encantado de mirón mientras otro hombre hace el amor con su esposa no es el candidato más idóneo para regentar una universidad donde se prohíbe el sexo, los besos y los abrazos de más de 3 segundos entre sus alumnos.

Otra figura que vive ahora sus horas más bajas es Bill Gothard, el autor y defensor del modelo autoritario del paraguas.

Cabe mencionar que, cuando yo le conocí en una conferencia allá por el año 2000, me sorprendió su carisma y el efecto que tenía en las mujeres adultas a mi alrededor. Susurros emocionados, los ojos en el suelo, risitas nerviosas, aplausos, lágrimas y vítores después de sus discursos…si no fuera por su pelo largo y las muñecas y los tobillos tapados en obediencia a las exigencias de Gothard, cualquiera que entrase en la sala podría pensar que eran unas groupies de una banda de rock, y no madres fundamentalistas conmovidas por la mera presencia de su ídolo predicador.

Y es que, como se ha ido revelando en los últimos tiempos, Gothard tiene una relación cuanto menos peculiar con el género femenino. Resulta que, cuando seleccionaba a sus secretarias personales, mostraba una especial predilección por las más atractivas y jóvenes.

Las mujeres se tenían que tapar, sí —según Gothard, de lo contrario serían culpables de lo que él definía como «defraudación», o la excitación de deseos en el otro que no se pueden satisfacer de forma honrada —, pero él no tenía que acatar la misma regla, pues una noche invitó a su secretaria a quedarse en su oficina después del toque de queda y acabó enseñándole su miembro erecto mientras la joven tecleaba sus dictados.

En 2011, se fundó Recovering Grace (Recuperando la Gracia), una asociación en defensa de lo que sus miembros definen como «supervivientes» del mundo de Gothard. Dicen «muchos…han sobrevivido abusos físicos y/o sexuales que han provocado pesadillas y traumas que perduran hasta hoy día…otros han sobrevivido abusos emocionales…hay mucho dolor, culpabilidad y sufrimiento en el día a día». 

Mediante esta asociación, en 2012, diez mujeres pudieron unir fuerzas y demandar conjuntamente a Gothard en los tribunales por acoso y abuso sexuales —testificaron que frotó sus pechos y genitales y les obligaba a tocar su entrepierna con la mano, entre otros delitos—que habrían sufrido cuando trabajaban para él. Algunas eran menores de edad cuando ocurrieron los hechos.

El pleito no prosperó porque habían prescrito los delitos, pero la noticia ocupó varios titulares y la opinión pública se volvió en su contra. En 2014, el Consejo de la institución que el mismo Gothard había establecido le despidió y se desvinculó de forma oficial de quien fuera su fundador.

En esta coyuntura, aparecen grietas en la muralla por doquier.

La Convención Bautista del Sur, una de las organizaciones fundamentalistas más importantes del país, que llegó a contar con 16 millones de miembros en 2006, eligió en junio de 2021 a Ed Litton como su próximo presidente, un predicador moderado de Alabama, frente a su contrincante, Mike Stone, un ultraconservador de Georgia. Esta tendencia sigue en la línea del presidente saliente, J.D. Greear, quien excorió a los «fariseos» dentro de su denominación que priorizan la pureza ideológica por encima de su misión evangélica y excluyen a los predicadores negros y latinos y a los supervivientes de abusos sexuales. Dijo Greear: «¿Somos ante todo un grupo cultural y de afinidad política, o es nuestra vocación fundamental la de compartir las buenas noticias de la Biblia?»

Otros directamente han abandonado la Convención, como Beth Moore, muy influyente entre las mujeres de la iglesia con casi un millón de seguidores en Twitter, quien ha denunciado la misoginia, el racismo y el apoyo a Trump como motivos de su partida. Las cifras demuestran esta realidad: la organización se ha reducido en un 13.6%, con la pérdida de 2 millones de integrantes desde 2006.

A nivel global, dentro del colectivo evangelista, se estima que un 20% de sus seguidores (unos 8 millones de personas) abandonó la iglesia entre 2016 y 2020, coincidiendo justamente con el mandato de Trump. ¿Será que el propio rey tan elogiado de la muralla es también responsable de la hemorragia que sale a borbotones de ella?

 Muchos de los que abandonan las filas son jóvenes, como Ana Sharp Williamson, una mujer criada en el mundo fundamentalista, que comentó: «Trump me obligó a pensar; no creo que pueda apoyarle. Y si él apoya una política conservadora, debería reevaluar mi propia política también».

Y es que los jóvenes creyentes se asemejan cada vez menos a sus predecesores. Han fundado YECA (Jóvenes Evangelistas por el Cambio Climático, en español), una asociación con miles de miembros que lucha contra el cambio climático justamente sobre la base de su fe y el imperativo de Dios de cuidar de nuestro planeta. Escriben artículos de opinión en la prensa, se manifiestan en las calles y se reúnen con sus políticos para dar mayor visibilidad a esta problemática que nos atañe a todos.

Esta tendencia no se limita únicamente al cambio climático, pues entre sus filas, los evangelistas nacidos entre 1981 y 1996 brindan un mayor apoyo al matrimonio homosexual, defienden que la inmigración hace del país un lugar mejor y se autodefinen, en buena medida, como moderados, en lugar de conservadores. Un 30% incluso está afiliado al partido demócrata, algo que hace unos pocos años hubiera sido impensable.

Entre 2001 y 2017, la Universidad Bob Jones, que en su momento era un baluarte pionero de la causa fundamentalista, perdió el 26% de su alumnado. Por otra parte, tras la salida de Jerry Falwell de Liberty University, un grupo de alumnos publicó una carta abierta que sostenía lo siguiente: «Donald Trump no representa nuestros valores y no queremos tener nada que ver con él». Casi 2.000 miembros de la universidad la firmaron. Un alumno de la institución y votante de Biden, Isaac Liu, recalcó: «…Falwell es, en última instancia, un síntoma [del problema] en el movimiento evangelista actual en los EE. UU. …creo que muchos jóvenes evangelistas se han dado cuenta de que…el cristianismo pierde relevancia cultural por su hipocresía, y alzan la voz y trabajan para que haya un cambio dentro del mismo cristianismo evangélico».

Entre la Convención Bautista del Sur y una facción importante de los jóvenes, se observa una adhesión a la definición original de la identidad evangelista que no tiene en cuenta los juegos políticos ni las guerras culturales que durante tanto tiempo han caracterizado al colectivo para centrarse, sobre todo, en su fe en la figura de Jesucristo.

A todo esto, no hay que ser ingenuo. Ocho de cada diez evangelistas votaron a Trump en 2020 y el 74% cree, a pesar de la ausencia absoluta de pruebas, que hubo fraude masivo en las elecciones que dieron a Biden la victoria. Trump sigue presente en el escenario político y hace campaña por sus candidatos preferidos, con vistas a las elecciones de mitad de mandato en 2022. Si tiene éxito, verá recompensada su lealtad, y es muy probable que se presente a las presidenciales en 2024. Una aplastante mayoría de fundamentalistas le seguiría apoyando.

La vieja guardia no va a cambiar. Ya hemos visto, una y otra vez, cómo hacen la vista gorda cuando sus queridos dirigentes roban dinero (como Bakker), violan (como Gothard), y mienten (como Falwell), con tal de preservar su muralla. Cambiar de identidad después de tantos años de oscuridad sería demasiado difícil.

Pero quizá los más jóvenes, con los rayos de luz que ahora penetran los ladrillos, podrían construir una nueva identidad basada en su fe y no en un partido político. Y de paso, derrumbar la muralla que tanto daño ha hecho en el mundo.

Yo formo parte de esta generación más joven criada detrás de la muralla. Con las revelaciones de esta serie, espero haber puesto de mi parte para ayudar a demolerla.

No será hoy, ni será mañana…pero algún día, la muralla caerá.

Va siendo hora.

***

Con violencia, Tom volvió a poner el teléfono en su lugar, provocando un crac estruendoso. Ni de broma iba a llamar.

Su nieto se llamaba Álex y no Alexa. Y era su nieto, y no su nieta, independientemente de las ideas que su padre le hubiera metido en la cabeza. ¡En qué mundo se estaba convirtiendo los EE. UU. de Biden!

Tom no iba a pedir perdón, de ninguna manera, pues no se arrepentía de haberle gritado que era un varón y que qué era eso de querer ser mujer, qué perversión, por Dios, y al carajo la ciencia y los psicólogos y todos los demás mentirosos, y al carajo sus lágrimas y todo eso. Alguien tenía que velar por el bienestar del crío. Mano firme, eso es lo que necesitaba el pobre chaval, con tantas ideas del Diablo en la cabeza.

Sintió arcadas en la garganta. Tragó saliva un par de veces antes de ponerse de pie.

Fue a inspeccionar la grieta en la pared, tocándola con el dedo y probando la integridad de la estructura con los brazos, empujando en varios puntos de la misma.

Había una grieta, sí, pero el muro todavía parecía firme. Y la grieta tampoco era tan grande.

Quizá podría dar problemas más adelante, pero Tom sospechaba que ya estaría reunido con el Señor en el cielo para entonces.

Esta casa seguiría sólida durante un buen par de años más.

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